Carlos Justino Caballero

A CLARA MARÍA AGÜERO FRÍAS

I

 

 

He conocido desamparos de un ser querido

tan feliz en su vida, de juventud colmada,

como ignorante de sus desventuras

por propios errores y maldades circundantes.

Quienes se suponía que la amaban la llenaron

de lágrimas de sal y fuego

y ella misma descuidó su cuerpo y alma

llegando a llagar a su alma y a su cuerpo.

 

¡Oh, tiempo, que destruyes lo que debió haber sido dicha!

 

Se oprime el corazón al ver el deterioro de lo que debió ser luz

y hoy vegeta esperando ser tiesa muerte… olvidada aun

por esas vidas engendradas y por quien las engendrara en vida.

Y duele ver ese dolor cercano, más aún en la impotencia

de poder sólo ofrecer un abrazo que pudiera consolarla

como consuela el opio…

 

II

 

Amiga mía, de tiempos lejanos que se pierden.

Está pasando ya el otoño y llega el crudo invierno

con el árbol sin hojas, como ese roble desnudo,

estando lejano el albor de tu vida que te viera

en plenitud de amores y ajena a toda desventura.

No te circundan hoy ni manzanos, ni cerezos ni flor alguna.

Sólo hay espinas azotadas por los vientos

de tormentas nacidas en tus genes

y de ese impensado agresor de tu existencia.

 

Descansa ya… no te resistas que todo se ha consumado

y te espera ese azul ´profundo que armoniza

con tu vida y tus ojos…

 

 

Con especial afecto