Tú y la noche
me transportan,
me acarician y me elevan,
Tú en tus brazos, mi guarida;
ella, suave, con su alfombra
de murmullos y luciérnagas.
Tú y la lluvia
me renuevan
con su líquida promesa.
Tú humedeces mi impaciencia
y la lluvia la despierta
con su esencia de recuerdos,
con su aroma de hojas frescas.
Tú y la tierra
me redimen,
mis ensueños alimentan.
Tú con versos en los labios
y la tierra con sus huellas,
donde germinan mis pasos
a la sombra de la espera.
Tú y el aire
me sostienen
entre dormida y despierta.
Tú en un limbo de entretiempos,
junto a mis ansias inquietas;
el aire, con la promesa
que murmura en mis caderas
cuando juega con mi falda
y mis cabellos despeina.
Tú y el fuego
me aceleran.
Purifican mi silencio,
mis palabras y mi tiempo
cuando encienden sus pavesas
en el altar de mi cuerpo.
Tú como brasa en mi seno;
el fuego, como aliento
que incinera la prudencia
y crepita en nuestro beso.