Encenderé mi fuego sagrado,
quemaré mirra y sándalo,
me impregnaré de la tierra
para purificar mi aura sagrada.
Entonces, andaré por tus senderos;
aspiraré de los recovecos tu hálito;
tomare tu piel y revestiré mi alma,
la zurciré con tejidos de tu cuerpo.
Escribiré con tus labios una rapsodia
con tintes épicos, pues ser tu reina
llena mis fantasías y me encarama
al umbral de tu perfumada alcoba.
Haré de la noche nuestra fiesta…
nos fundiremos en la roja alborada;
no más llanto ni lúgubres lamentos,
encarnada a ti es como vivo mi tiempo.