Ven a mí y sacia este deseo ferviente,
cierra mis ojos y no permitas que los vulva a abrir,
regálame un beso frio que enmudezca mi clamor doliente,
borra la tristeza de mi alma antes de partir;
Cubre con tu manto el destello opaco de mi vida vana,
desvanece la sonrisa socavada de mi faz,
suprime la verdad hiriente de esta realidad tirana,
se benevolente y bríndale a mi corazón un poco de tu dulce paz;
no habrá llanto, tampoco queja alguna,
no habrá miedo ni arrepentimiento al andar,
solamente el deseo voraz que me exige hundirme eternamente en la penumbra
y el silencio que impasible envuelve mi sendero al caminar;
Con depauperadas fuerzas seguiré los pasos de tu mortecina sombra,
aun cuando el dolor punzante siga torturando mi vacio pecho,
no me importa el indolente olvido que me nombra,
mucho menos el calor de una mortaja al descansar profundamente en mi tranquilo lecho;
he perdido mi camino y estoy dispuesto a seguir el tulló,
la esperanza ha caído exigua a los pies de mi soledad perenne,
el alegre canto de la vida es ahora un sombrío murmullo
que en el vacío inmenso de mi solitaria alma se pierde;
sierra mis ojos con tu arrullo.