Antonio Martín

Las apariencias engañan

 

Esta tarde de cielo muy nublado, 

prendada se quedó, mi alba cabeza, 

por una hermosa dama y su belleza, 

que por mi estrecha calle ha derramado. 

 

 

Un ojo me guiñó, quedé encantado, 

con gran gozo y lo digo con franqueza, 

al ver la hermosa flor de su pureza,  

me creí, sin dudar afortunado. 

 

 

Con una alegre y fresca carcajada, 

en su burla y sonrisa  percibí

que tuve yo un error, vaya cagada. 

 


No existió guiño tal en su mirada, 

un tic nervioso fue, no guiño a mí, 

mas con ella llegó la madrugada.