Esta tarde de cielo muy nublado,
prendada se quedó, mi alba cabeza,
por una hermosa dama y su belleza,
que por mi estrecha calle ha derramado.
Un ojo me guiñó, quedé encantado,
con gran gozo y lo digo con franqueza,
al ver la hermosa flor de su pureza,
me creí, sin dudar afortunado.
Con una alegre y fresca carcajada,
en su burla y sonrisa percibí
que tuve yo un error, vaya cagada.
No existió guiño tal en su mirada,
un tic nervioso fue, no guiño a mí,
mas con ella llegó la madrugada.