Cuando hay fuego en las pupilas
y los ojos se arrebatan
y deflagra en un vistazo
el crisol de aquellas llamas,
dos faroles deslumbrantes
como el hierro de una fragua
iluminan el instante
que estremece las entrañas.
Pero un leve parpadeo,
o que giren ambas caras
alejando el horizonte,
las despoja de esperanzas.
Cuando las miradas queman,
el hielo de la distancia,
la escarcha del desapego,
las derrite y las separa.