Un libro viejo,
cansado y soñoliento,
tengo en las manos.
No te sonrías,
el libro está cansado,
te lo aseguro.
Y es que los años
de ser mi compañero
son unos cuantos.
Por eso aguanta,
soporta tempestades
y malhumores.
Algunas veces
se queda adormilado
durante un tiempo.
Es cuando marcho,
camino sin destino
y tengo prisa.
Pero, paciente,
espera mi regreso
con sus poemas.
Versos y besos
trazados por autores
que yo hago míos.
Y envejecemos,
el libro y el que escribe,
pero no importa.
Rafael Sánchez Ortega ©
20/05/22