Pobre el árbol que se ve
arrancado de su bosque
y arrastrado por la selva,
por el hacha y por la sierra
en trasiego delirante.
Triste el eco de la selva,
con un desatado aroma,
a serrín y verde yerba.
Entre las sombras y claros,
viendo como muere un árbol
está la selva llorando.
Los guacamayos clamando,
por tan drástica visión,
y el rugido de la sierra
calla al pájaro cantor.
Árbol de esta fértil tierra,
que no muera el Amazonas,
entre dientes de una sierra.