Gustavo Affranchino

Atirabuzonada

Abrir el mundo.
Replegar sobre sí el tiempo inexistente,
inventado.
Volver a colapsar el espacio.
Como una idea se olvida.
O se borra un texto
con la goma de la experiencia ya aprendida.


Era la pista de aprendizaje.

El sendero donde carretea la vida
para despegar.
Dándose cuenta entonces que sólo despertaba.
Que como Juan Salvador Gaviota
allí residía.
Sin necesidad de ir.
Ni de volver.
A ningún sitio.


Cuna del llanto innecesario,

vitrificado como roca de pelo
en donde sacude la malaria al tempestín.
Sube y baja enroscándose cada vez.
Cual barra de acero blando
que se retuerce sobre su eje
y queda atirabuzonada.