Resquebrajan la vida con violencia
aquellos que se creen propietarios
de los cuerpos y almas con inocencia
que claman la paz y ternura a diario.
Ahogan el aire que se respira,
con miedos surgidos de la oscuridad
para ocultar las estrellas que miran;
son cielos que duelen por su frialdad.
Llueven hondas lágrimas de temores,
de cuerpos encerrados entre rejas
donde roban los seres malhechores
el derecho a amarse entre las parejas.
Disfrazan el morado de su cuerpo
en un oasis de fragilidad
como el espejismo de los desiertos,
que su autoestima intenta ocultar.