Es tan agradable estar así recostado, con la sedosa cortina amortiguando el acerado resplandor del sol del mediodía, se siente la brisa leve; los arbustos, la flores, el cercano follaje de los árboles meciéndose contribuyen a refrescar el ambiente, hay trinos, zumbidos, la naturaleza radiante está alegre y como suspendida. Mi camastro es firme, la madera todavía conserva la savia del cedro, como si respirara y su aliento me trae a la memoria la magnificencia de su origen, está, la ligera túnica que me envuelve se impregna de esa esencia, la tela liviana semeja otra piel recubriéndome, podría permanecer una eternidad en ese laxo estado, con mis pensamientos amalgamados en mi alrededor, flotando ingrávidos como plumas listos para desviar el rumbo.
Pero ahora no, ahora hay a mi lado una criatura que acapara mi atención, el colmo de la dicha, una criatura cubierta por una túnica igual de liviana que la mía, ceñida por la cintura, mirando el horizonte de nuestro edén, su cuerpo joven es esbelto y si no fuera por su respiración acompasada se diría que fue esculpido en algún pasado remoto para la posteridad, caoba cincelada en sus contornos por alguna divinidad, barnizada con el halo del misterio que irradia irresistible a la mirada; su perfil delicado, sus hombros, su cabello tan oscuro, iridiscente en la luz, su porte majestuoso, y entonces...
Un movimiento suyo rasga el entorno de dicha suspendida, el movimiento de su cabeza, oh, maravilla, animó la creación con ese movimiento gracioso y con él la sensualidad sempiterna que nos cimbra todo en un instante, nos agudiza los sentidos , nos expande y nos incita con su cercanía. Ella lo sabe, ella se complace con estimular dicho apetito y entonces...
La palabra sale de mi como un conjuro, la palabra emitida como un código, llana pero cargada de intención, una frase que se desliza a sus oídos y pone en acción su ser peculiar, su disposición a iniciar un ritual incubado en ella, ella sabe, sabe darle matices, intensidad, me dejo en tus manos, ángel exterminador, llévame a tus dominios, sácame de ésta dulce pasividad al erotismo explosivo de tu pasión, tu cuerpo, tan cerca y entonces...
Sí, me escuchaste, tu media sonrisa avanza, tus ojos oscuros, serpentinos, brillan como el ópalo de fuego, tu nariz afilada que denota su deseo de explorarme, tus pómulos altos encierran la gota de tus labios gruesos, perfectamente delineados se desbordarán en un torrente incontenible, tu cabello azabache e iridiscente que cae en hebras sobre tus hombros, sobre tus pechos, sobre esa cordillera oscura del desierto, renacida por la lluvia intempestiva, enmarcado tu rostro exquisito, siento cómo en mi bulle la sangre, mi corazón ansioso de aventura, ansioso de implosionar al ver arquear tus piernas felinas, la delicada línea de tu cuello, tan cerca, tus manos palpando mi pecho, las mías a punto de soltarse frenéticas, irredentas y entonces...el despertador que suena.