No hay tierra que rellene esta cordillera
que atraviesa en maremotos la piel cuando la siento,
ese escalofrío que teje con su filo de templanza
la rabiosa sed de mi llanto
y la explosión de furia instantánea
en la herida de cada grito,
que reverbera en la bóveda de la palabra
y se escucha cuando está escrito.
Cuantas veces han herido tu ala,
cuantas han torturado y mutilado
el pergamino que se teje con cada alma,
condenando a tus mejores hijos a lo eterno,
los hijos que hicieron una sola madre
de la sangre de todas las patrias.
Las mejores tierras de tu huerto,
la simiente que arrojaste en todas las arterias,
creencias, culturas, de cada pueblo,
latiendo al unísono en tus venas,
unificando todas las voces en tu aliento,
comprimiendo en tu lágrima todas las penas.
Ser vida y muerte en tu cuerpo,
ser la hierba y la verdura de tus siembras,
escribamos para seguir siendo
una temblorosa e insignificante hebra ,
que teja en el pergamino de tu universo
el efímero camino de una letra.
Las utopías no se visten con banderas,
no hay razas de melancolías
ni hombres de dos tierras,
no hay palabras vacías
siempre que las sientas,
sangradas en las poesías
cinceladas en las libretas,
donde siempre estarán vivas,
donde nunca estarán muertas