Te esperaré
sentado en algún banco
del viejo parque.
Allí nos vimos
y allí te conocí
en una tarde.
Fue hace unos años.
Los dos nos contagiamos
de primavera.
Te vi bailar,
danzar entre los pétalos
de los rosales.
Te desnudaste
y pude contemplarte
con mis pupilas.
Pero también
quitaste telarañas
de entre mis ojos.
Y así, desnudos,
vivimos un preámbulo
inolvidable.
Te esperaré,
nordeste de mi alma
quiero tu baile.
Quiero la brisa
que bese mis mejillas
con tus caricias.
Rafael Sánchez Ortega ©
22/05/22