Alberto Escobar

Las cosas del Dante...

 

No sé si sabes que Dante 
iba todos los sábados
a la peluquería a recortarse
la corona de laurel. 

 

—Hay gente pá tó!!!—

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No tengo demasiadas fuerzas
—diría que ninguna—
para dejar correr este escrito
—incluso pensé antes en osar
un soneto sin escandir los versos,
a ojo, como ya lo hiciera hace 
no sé el tiempo—. Iluso de mí.
Todavía creo en los Reyes Magos.
Soy el único de mi generación
que sigue poniendo bajo el árbol
de navidad un plato con galletas
y un vaso de leche para auxilio
de sus majestades tras tan arduo
trabajo y desvelo ¡Qué pena!
Ayer me senté a imitar a un tal Dante,
el que, dicen, escribió una comedia
divina de la muerte, un chico estirado
y rebelde, que anda con los Güelfos 
negros a la gresca contra los Gibelinos
y que hace embajadas vaticanas
para conseguir la gracia de los Dioses. 
Ayer mismo, sábado, sabadete, a recortarse
el laurel vino. Ya sarmiento de crecido
parecía el siempreverde adentrándose 
en el mágico mundo de la greña. Vencido
por los nudos y las yemas me ordena
que ensaye un recorte a lo garsón, maricón
parecía cuando las tijeras quedaron muertas
en la mesa tras empresa tan ardua y matutina.
Le puse el espejo en el occipucio —que se viera
la obra de arte—, y en parte quedé satisfecho,
pero en otra parte avergonzado: a la ventana
miré para que no me viera la verdad en el rostro
y desde agosto —último pelado y visita— laurel,
comedia, nariz aguileña, güelfos y gibelinos
brillan por su ausencia; pena la mía. Alguien
de su entorno le ha afeado mi maestría tijeril,
mi voluntad férrea de cuidar podando su mata,
de honrar los frutos de sus letras, bayas negras
que ya no me como desde su ausencia,
comentarios que ya no hago a las lecturas
que aprovechando su visita se difuminaban
en el aire como sándalo arábico, café yemení
y mirra de niño Jesús cada sábado. Perdido
estoy sin su lustre, sin su brillo siempreverde. 
Hecho de menos sus batallas, sus desvelos
de embajadas y vaticanos, sus luchas intestinas
que tanto quebradero de cabeza en la cabeza
sembraron, y tanto mundo en directo, medieval
e incierto, documento notarial y joya de biblioteca.
Todo al carajo por una gracia ¿Qué más da si maricón
parece esta vez?¿No es mejor ir con los tiempos,
evolucionar del medioevo al renacimiento 
hasta convertirse en un Rafael Sanzio, un Canaletto
o cualquier otro santo de las artes?¿No le gustaba,
según me decía al oído, disfrazarse de drag Queen
o de diva de ópera para visitar otros cuerpos,
otros universos, otras lógicas y cosmovisiones?
Por eso lo hice y así me pagas, con la moneda de Judas,
con la séptima negación de San Pedro a Pedro Nolasco
—ese que alucinaba una noche viendo a un crucificado
boca abajo y sin freno.
Tú mismo. Entiendo tu mosqueo pero aquí estoy
para cuando la mata se convierta en bosque 
y no te deje ver la laurisilva.