Todo es confusa noche cuando te doy el último
abrazo y el abismo se apodera de mí
con sus umbrías sombras. Y tu gastado tronco
se ahorma entre mis brazos como muro derruido.
Tu jardín, si brillante en el pasado, reposa
mustio entre las jóvenes ramas que te sostienen.
Lo que no acerté a ver, ahora lo veo
más claro y transparente: que se te va la vida,
que se te ha ido rápida y libre como el viento,
y no quiero dejarte sola como me dejas
tú ahora. Te llevas en un suspiro todo:
la espesura del mar, sus confines, mi tiempo
marchito, el ansia alegre del que un día soñó,
la esperanza de creer que el sueño era posible.
Me ato a tu débil cuerpo, al muerto que seré,
y no puedo dejar de irme contigo, madre.