Confesé mis sueños a una rosa seca
cuando presentía que estaba vencido;
nunca falta señal para ir a ese olvido
si de pronto actuamos por la luz reseca.
Pues obtuve forma hilada de consejo
del que se puede hablar al desconocido:
ya nadie suele ver, ni piensa en añejo
para pasar quieto y desapercibido.
A una rosa hablaste sobre tus secretos
esos sueños puros que miman el alma
y esa rosa sabia te ha dado consejo,
y ha marcado ufana pasos muy concretos.
En aquellas noches cuando anhelas calma,
abre su tesoro de un saber añejo
y a vencer te animan todos esos retos
que dicen lo bueno y por final se ensalma.
Vences en lo simple y en lo más complejo
sin usar hechizos, ritos ni amuletos
y te alzas enhiesto cual tronco de palma
como el presto vuelo de halcón o vencejo
aprobando el verso según sus decretos.
Siempre Dios es guía, también consejero
para todo siervo que habla por las rosas;
la manera experta, fragante y celosa
con la gran sonrisa que hace un cancionero.
Esos sueños dichos de orlas y proezas
son camino inquieto de ágil pensamiento:
¡Basta con las pruebas que aman el talento
para colocarse limbos y cerezas!
Es verdad, mi amigo, Dios es siempre el guía
para aquellos sabios que siguen sus pasos
su voz escuchando, claro el llamamiento
y el mal enfrentando, ¡pura valentía!
Por pendón las sienes, cesan los fracasos
lo bello del alma alumbra su cimiento
tanto así en la vida ama la poesía.
Del dolor los tiempos se harán más escasos
sanarán los versos todo sufrimiento
cuando el afligido se halle en agonía.
Cual poetas somos solo simples vasos
con manjares de arte por nuestro alimento...
Samuel Dixon/คɗɦɼคɗɦ