Vivimos constantemente visitados
Visitados por nosotros mismos
Indulgentes como expulsados de cualquier paraíso
Incapaces de cumplir ningún sacramento
Nos miramos desde reflejos que pugnan por contradecirse
Intentamos dejarnos señales de alivio
Pero solo atendemos a la consagración del deseo
Podemos sumergirnos en texturas
Y siempre ignoraremos nuestra sombra
Caemos en conclusiones nocturnas
Para despertar cansados
Como si esas montañas nos consumieran vivos
Hagamos pues el intento de escapar
Sin que importe la recompensa más austera
Dejamos a nuestro paso un sendero vivo
Y somos un mal ejemplo para quién nos calcule
Y somos un pésimo ejemplo para el que nos proyecta
Perdimos todas las llaves del paraíso más pedestre
Adivinaremos cuál será el sonido de las voces
Mientras nos prepararemos para soñar en tu mesa
Sin más compromiso que el que no se hizo
Sin más motivo que conquistar el presente desdoblado
Para arder y ofrecer los gemidos tu aureola