Los días parecen inagotables en este interminable invierno
y aún así,
algo
nos da
las alas para sobrevolar
sus horas,
algo
nos sobrepone
al cansancio gris
que se filtra por sus aterciopelados
guantes de óxido verde.
Una punzada agazapada
que espera en la baliza elevada de una calle
sin salida;
un rostro, una llamada,
un alelo,
un nombre;
un impulso que,
apresurado,
nos mete a empujones en el desolado metro
de las 24
cero
uno...