Como una perra
de Laconia.
Así eres.
Vas rastreando la deslealtad
—sabes que no lo soy—,
vas olfateando la confusión
—te gusta ponerme en un brete—,
vas escarbando la mancha
hasta que das con hueso
—sabes que soy de un blanco
inmaculado, a prueba de detergentes—,
y sabes (ahondando en la materia)
que he rehusado mil sabores, cien aromas
de romero bañando la tersura de mil pieles,
diecinueve tequieros que he tenido
que desoír por oír el tuyo, que es el que vale.
No valoras mi renuncia, mi dejar de lado
mil caricias, mil besos robados, mil noches
en vela recorriendo geografías distintas,
sorteando breñas para encontrar gurumelos,
caramelos de menta que con celo he tirado
al retrete de lo que pudo ser y acabó siendo...
Vas rastreando sin cesar y sin saber
que tanto rastreo llevará al traste
todo el imperio, toda la amalgama de raíces
que se han ido tramando a conciencia
con el lento y profundo paso a paso
que hemos hoyado año tras año, para nada...
Para tirarlo todo por una borda de cien cañones
por banda, y viento en popa... con las velas
arriadas de tanta pólvora recibida, sin viento
que pueda tirar de ellas por más que Eolo
se persigne y sostenga su señorío Egeo.
Vas escarbando, vas minando los pilares
sin darte cuenta que si se desploma el edificio
todos volaremos a otros cielos, sin remedio.
Tus celos son tumba abierta. Déjalos salir
para encerrarlos bajo llave en una caja
cual la de Pandora, sin esperanza.
Sigue así...