Gonvedo

ISLAS ERRANTES BAJO UN CIELO INMÓVIL

Hitos

 

Se dice que los recuerdos se ubican

en ese mirar hondo que respira

entre el tiempo y la memoria.

Y quizá todavía no sea tarde

y el cielo no demore en ofrecernos

una palabra esdrújula

que alivie el peso de las sombras,

o una voz de neón que se derrame

sobre la bóveda de todos los himnos.

Tal vez una mañana se despierte

con un perro que ladre canciones

de amor a los pies de la cama,

o una luz quiera rebelarse en su trágico

itinerario hacia el ocaso.

Mas nada se mueve en la lentitud

de los abismos, ni en la lasitud

de otras verdades ignoradas.

Nos desvela soñar con aquello

que se oculta a años luz  de cualquier

remota parte y anhelamos alcanzar

el alto vuelo para saciarnos de una sed

aún más antigua que este mundo.

 

 

Razones

 

Que no sepa el tiempo de la firmeza de tu huella.

Deja que el olvido muera por su boca,

que se llene de silencio su memoria.

Deja que la noche cierre sus abismos

de alquitrán y miedo.

Bajo tus párpados, resonando a tempestad

y a bronces, colisionan vientos como voces

que impulsan horizontes emergidos de la fiebre.

De tus labios una efímera luz

exuda su canto céfiro.

Orozuz y jengibre para tus besos

y para tu sonrisa ciclamor y verbena.

 

 

A nada obliga

 

A nada obliga esa luz

que ahora desciende sobre el páramo,

desabrido, con la tristeza a cuestas,

tras los sesgados renglones

que la lluvia escribe.

Cuántos días transitan estremecidos

en un desengaño estéril,

en desigual cortejo de demudados rostros.

La luz se afila aupándose en esa fe ciega

que muestra hechuras de sueño eterno.

A su amparo, el tiempo pasa

dejando esa ausencia que como una mancha

el alma aprieta, mientras la tierra

se traga el aliento y se duele

en las raíces que la sustentan.

 

 

A veces asoma una tristeza

 

A veces asoma una tristeza

como un tiempo de penumbra indubitada.

Una estación de pájaros de niebla

cuelga sus nidos de andenes

que van muriendo lentamente.

Los días se resignan a un efímero

destino y un oscuro tumulto desciende

de los cielos al fondo inevitable de tus ojos.

 

A veces asoma una tristeza

en esas noches heredadas del insomnio,

donde la soledad alumbra el eco de tus pasos

y las calles se entierran en un anónimo silencio.

Si aún fuera posible quisiera que mi voz

llegara a ti como un torrente claro.

 

 

Constante pesar

 

En una danza insomne,

las calles se adentran en el mar,

un viento enfermo las empuja.

La luz se muestra camino de sombras,

amarga como raíz que agosta el suelo.

De la noche abisal nace el silencio

con su paso largo y sus huesos como hojas secas.

Hay silencios que guardan la promesa

del vuelo de pájaros de imposibles colores.

Hay silencios que son humo de incienso,

exvotos en lararios de dioses pequeños.

Ahora el dolor se amotina

hasta arrancarme su grito,

hasta deshacerme en una átona

tristeza que ya me conoce.