Yo vi pasar aquellas primaveras
y seguían teniendo verde;
pero no era tu verdor.
Tal vez redimido,
prendido por las ansias
de navegar con cabos sueltos.
Mi barca era locura y tu mar
seguía dibujando olas en su cresta,
también mi mar abrazaba tu orilla.
Ya ves... eran dos continentes
que a lo lejos, infinito y sempiterno, compartían la misma sal.
Mis noches tenían estrellas,
pero no eran los luceros
que brillan en tu alma,
teniendo la luz, no alcanzaban
la iluminación perpetua
que brota del fondo de tus ojos.
Yo tenía escrito en el pecho,
por dentro, como quien a hierro
graba un sueño,
como quien promete a Dios
y Dios lo concede directo,
tu nombre y tu cuerpo, tu risa,
tus entrañas, tu locura y tus vientos..
Yo tuve la risa y el llanto,
una flor marchita en mi mano
y el encanto de un jardín.
Pero no hallé un olor como el tuyo,
no vi una rosa más roja,
esas flores no se parecían a tí.
Yo sentía mi corazón rugir
como truena un volcán que revienta;
vivía porque tenía que vivir..
La vida se me concedía,
tardes, noches y días,
vivir.. Vivir..
Pero no era la vida
que tenía tu corazón,
no era la sobriedad,
la demencia y lo cuerdo,
el rayo, el estruendo, lo suave,
lo placentero, el todo y lo infinito
que tenía tu vida..
Yo, al fin, esperaba un átomo
pequeño de tu esencia,
un ínfimo rayo al tras luz,
una conexión de lo divino,
un gesto mundano.
Yo esperaba en mi camino rasgado,
que llegaras tú.
Quizá, yo nací en tu fulgor,
era tu mar donde timoneaba,
y fíjate, que mi jardín era tu jardín..
Yo, siempre esperándote..
sí, a tí.. a tí..