Hay un verso en el borde de tu boca, escrito con la dulzura de una fruta fresca por la mañana, embriagado por su sabor envolvente típico de un poema recitado en el extremo de tu cintura que tu sensualidad que desentraña.
Ese verso está adozado al borde de la comisura de tus labios, como esperando una boca poetisa que se pierda entre sus rimas; lleva consigo sus propios sufrimientos que le han vuelto huraño a falta del valor que sus sentimientos reclaman.
No permitas que se pierda en los sentidos inherentes que caracterizan a los individuos sin alma, pues, estoy seguro de que estaría dispuesto a ahogarse entre las estrofas recitadas por una voz en la que se hunda cada mañana.
Por eso, permímteme recitar de tí ese verso al borde de tu boca, dejándome envolverme por su color carmesí en un poema de erotismo que entre sus letras me provoca.
Quiero ser esa voz en que se hundan sus letras, para que al final del día sienta su propio valor en un tono agudo que le acompaña, pues, estoy seguro de que no habrá tras de mí otro poeta que le recite hundido en esa sensualidad que extraña.
Déjame escribir con mis labios, recitar ese verso y hacerlo poesía, que yo estaré dispuesto a dejarlo caer en el fondo de mi abecedario para que sus letras reinicien como si nada otra fantasía.
Déjame embrigarme en el sabor sin sentido de tu boca, que yo estaría a disposición de querer en tí apuñalarme, convertir en beso el poema de ese verso que cuelga de tu boca