Te he llamado tantas veces,
te he buscado tercamente,
y no he hallado ni respuestas
ni una pobre coincidencia.
Y pensaba que este día,
con tu ausencia,
la presencia de la pena encontraría.
Y he encontrado la alegría,
porque en la póstuma batida
de tu búsqueda fallida,
allí estabas, en mi mente solamente,
donde puede que te encuentre eternamente.
Pero no hay ni rastro, ni vestigio,
ni una huella
ni el atisbo
de una herida,
ni siquiera una emoción
que se halle, aunque perdida,
en el fondo visceral del corazón.