La muerte se anunció hoy, con ella el llanto de mi padre, la impotencia ante lo desconocido lo aterraba. Tantas teorías en honor a lo inevitable, libros, religiones, y todas hechas para darnos paz, paz ante lo desconocido, a la maldición con la que nacemos, “todos vamos a morir” pero… a final de cuentas no puedes confiar un ser amado a una teoría.
Duele, ¿A quién más le puede importar su partida? Los demás llegan a dar el “pésame” y después tristes a sus casas pensando en quién realmente les importa. Solo fueron a darse una premisa de muerte, un pequeño baño de realidad. La desgarradora e inevitable muerte en el umbral de aquel desafortunado “que le tocó”. Solo queda esperar… no creo que se salve, pensé fríamente mientras lo escuchaba devastado, hablando del amor fraternal que le profesa, pensé en mi hermano y ahí fue donde me sentí conmovida, no antes. Las personas necesitamos sustituir el problema del otro sujeto para poder comprender su dolor, nuestros peores miedos toman forma, rostro, y ahí llega la empatía.
Hoy la muerte llegó de puntitas anunciando su partida.