En los ojos de una bella dama, encontré mi paz, mi tranquilidad, encontré lo que hacía falta en mi vida para poder sentir plena libertad.
He aquí, agradezco infinitamente a la existencia por su vida, por su amor, por su tiempo dedicado a mi ser y, aunque, ya no está aquí de manera presencial, se qué donde quiera que ande y vague me recordará de una buena o mala manera, sin embargo, por doquier que pise este plano terrenal, oro al ser divino el cual fue inculcado en mi desde que era un infante, que la cuide eternamente hasta el último aliento que tenga sobre la faz.
Santiago Ch.