Me enamoré
un día, de tus ojos,
y tu sonrisa.
Y me aceptaron
tus besos, sin palabras,
como respuesta.
Fue muy bonito
el día y el instante
que eso ocurrió.
Sé que corrimos
al pórtico cerrado
de la capilla.
Y es que las nubes
lloraban, de alegría,
por celebrarlo.
Allí, mojados,
buscamos el abrazo
y las caricias.
Primeros pasos,
miradas y susurros
enternecidos.
Por que, en la vida,
pararon los relojes
su recorrido.
Y nuestras almas
se unieron en un lazo
con el amor.
Rafael Sánchez Ortega ©
27/05/22