Ahuecado como tronco de árbol, sin salvedad de la astilla
y con las ramas entumecidas, separadas y destruidas
las tristezas acechan la calma.
Las manos nostálgicas dibujan una silueta
que no ha de ser más abrazada si no en la fugacidad,
en el tiempo de la añoranza.
Tarde que pronto oscureces, que rápido posas
tu sigilo en su fresca boca,
noche apresurada que no vigila su alba.
Mis nervios despedazados titilan, aguardan
aún creen escuchar una nota de esperanza,
aun se regocijan en vislumbrar el asomo de una palabra.
Mis ojos agudos claman desconsolados,
mis dedos gritan una caricia que tu piel fría no corresponde,
se gotean débilmente mis dramas.
¡Oh! cuanto silencio llevan mis desamparadas pisadas.
el beso fúnebre también hace arder una llama…
la rabia esta maldita rabia de impotencia está atando mi garganta.