Suaves maderas cobijan dilatados duendes,
quienes se cuentan los entredichos
y reclaman pasiones,
chusmean de lo hermoso y divino
que otorga esa fogata de llamas danzantes
que alguna vez quemó mi sentir.
Fuera, esos unicornios resplandecientes
disfrutan en seco ese vivir
tan único y confiado,
no temen ni cautivan,
sólo se dedican a seguir adelante
como corceles ansiosos.
Aun mas allá, entre bosques,
las hadas cuchichean
acerca de andares de criaturas de ensueño,
se vitorean entre ellas, ya que fueron
las creadoras del mundo que conocemos.
Aún mas alto, ángeles gallardos
mantienen las lineas del tiempo en su lugar,
instalando el designio divino
por sobre cada crepúsculo y amanecer.
Detrás de la esfera, poderosos dioses
tan solo no detienen en infimidades,
sus quehaceres son puro misterio
para mentes triviales como las nuestras.
Quizá, en el universo, si es posible,
exista algo más,
algo que no conocemos, pero imaginamos,
una bondad y paz realmente infinitas.
Toda esa blancura omnipresente,
este zarpazo tremendo que despierta suspiros,
todo esta magnificencia poderosa,
no es nada comparada
a cuanto puedes llegar a valer,
aún cuando tan sólo una ínfima pizca de tu ser
se haya colado en mí
mediante un silencio manifiesto
y una mirada tibia.
La blancura en ese punto, se desvanece,
y solo queda
profunda nada.
Aun no entiendo como lo sé.
Será que así como he reconocido
ese valor en tí,
así también lo necesito.
O tal vez me defraude mi corrompido corazón,
el que tanto quiere danzar junto al tuyo.
Tal vez sea un soñador.
O tal vez tu dulce blancura
exista y pueda dibujarla.
Tal vez seas luz, total suma de colores,
constante y en totales direcciones...