Aislado del mal, respirando la brisa
que viene del mar. Anexionado a
bienes que se pierden en la profundidad
del espacio oscuro, nocturno, en el agua...
Salvo la vida por su valía, la pena
de esta alegría sacrificada. Agónica,
catártica, aterriza a loca velocidad.
Sónica poesía su caida la silencia.
Estoy sentado en un banco de piedra,
mis pies pisando hojas secas. La tinta
me representa la parte de mí que evita
tristezas.
Estoy soñando, no es verdad
esta realidad material, irremplazable,
aunque sus piezas con rotundidad encajen
en la profundidad es igual a nada,
nada vale su limitada esterilidad
para la sal del mar o el Sol que sale
del agua: tanta repetitiva hilaridad
se acaba en la vida real al despertar
respirando la brisa que viene del mar:
aislado del mal, latente instante
de conexión...
Da calor el halcón
batiendo su negro cuerpo en yamas.
El Sol se para en este banco
describiendo sombras sobre las hojas pardas.