Catorce mil son las veces que he soñado tu sueño,
en el que yo soy el dueño de lo que el amor merece.
Son catorce mil intentos de no querer despertar;
de solo querer soñar, para sentirme a tu lado;
y de casi acostumbrarme a ser feliz en tus brazos,
y de no ver los pedazos del alma que he destrozado.
Son catorce mil latidos de dos corazones rotos,
y catorce mil es poco, cuando de eterno se trata;
y cuando el tiempo se mide por lo que el alma desata;
son catorce mil sentidos que rompen en un estruendo,
y se burlan del olvido de mil millones intentos;
y catorce mil los días que el extrañarte me mata.
Catorce mil son las tardes que han propuesto atardeceres,
que dibujan tu silueta en contraluz de placeres,
y que la vida ha querido que ya no existan rencores,
y solo se hable de amores, cuando a tu nombre refiere;
Son catorce mil los días, con sus mañanas y noches,
que he comprobado con creces, que la esperanza no muere.