Un almendro una vez, sus pies enterró
En la punta del cerro más alto que vio.
En el cercano atardecer, una tormenta apareció
Y el almendro sin querer, al ver esto se asustó.
La tormenta se acercaba con alegría y amor,
El almendro la miraba con cautela y temor.
La tormenta sólo quería al almendro conocer,
Y el almendro le temía, ¡Ya no hallaba qué hacer!
La tormenta al llegar, al almendro saludó
Pero sin querer un rayo cerca de él cayó.
El almendro al ver lo que cerca ocurrió,
A la tormenta entendió y de ella se compadeció.
Desde entonces el almendro a la tormenta ayudó
Y la tormenta amiga del almendro se volvió.
La amistad trajo consigo paz y amor
Y la tormenta finalmente amainó.