Soy un hombre abatido por la vida,
en una sociedad que juzga sin piedad,
o sin sentido, como sino tuviera libertad,
de hacer mi voluntad, cuantas veces yo decida.
Para bien o para mal,
lo único que saben hacer,
es criticar, y aunque no tenga ni que comer,
ellos se hartan de mí, como quien se come un tamal.
Primero me tratan bien, me preparan a su gusto,
me envuelven delicadamente,
agregando todos los ingredientes,
y cuando ven, que ya estoy listo,
comienza el cuchicheo, sin disgustos;
me empiezan a cocer,
cuando la cocción ha terminado, me destapan,
me empiezan a comer y de todo me delatan,
hasta de lo que inocente soy
Dejando mi cuerpo destrozado
y el alma descubierta,
quien como semillas tuesta,
ya no podré brotar,
a no ser que un milagro,
haya en mí dejado,
una ínfima esperanza,
que a la humanidad alcanza;
para poderme redimir.