Cuando yo era pequeña
pensaba como sería
la vida que yo tenía
y si yo era su dueña,
para poder disfrutarla,
de una manera segura,
y que no fuera muy dura
para yo sobrellevarla
y pasar mi juventud
entre estudios y paseos
y aplicar todo deseo,
siempre con mucha virtud.
Crecí, me hice mujer,
me casé, tuve mis hijos,
con el grato regocijo
de que pude florecer.
Pero yo no fui la dueña,
como pensaba que era,
pues de una triste manera,
ahora es que me enseña,
que ella guía mi sendero
y a así me lo hizo saber,
cuando tuve que perder
a mi retoño primero.
Ahora acabo de entender
que ella guía mi camino
y que siempre mi destino
será como debe ser.
Vero