De verdad que lo digo:
ella quemaba incluso al amanecer,
como llamas de fuego mendigo
en ese infierno en que he de arder.
Quemaba su piel en semblante,
con cada verso tras de sí;
como poema de pompa rimbombante,
con esas rimas desnudas de carmesí.
Quemaba el borde de sus labios,
donde los míos se han querido ahogar,
perdidos entre sus múltiples cambios
para hacer de ellos su hogar.
Quemaba el universo de sus ojos
envueltos en profunda negrura,
en donde deposito yo mis despojos
para quemarme en ella con locura.
Quemaba cada espacio de sí,
como poema sin consonante;
quemaban sus besos en carmesí
haciendo su propia rima consonante
Ella quemaba también al infinito
en el vacío oscuro de la nada,
con su verso de poema bendito,
con su rima de poesía enamorada.
Quemaba cada espacio de su tiempo
perdida a veces en su pasado y su ayer,
confundiendo el hoy en sentimiento,
un mañana que no le ha de pertenecer.
Quemaba incluso su cadera,
envuelta en llamas su cintura,
como poesía para sí sincera
en su propio infierno de locura.
De verdad lo digo,
había en ella intensas brazas
quemando cada poema consigo
envuelto entre sus propias trazas.
Era bendito su propio infierno,
pues, me hacía amarla con ternura
al arder con mi poema interno
que me quemaba en ella con locura.