ANTIGONI

BENDITA FUE SU LLEGADA!

Tal vez, la plata del cielo

que de la noche brotaba,

dibujada por la luna

señera, de  la montaña,

se hizo mujer  en la senda

perdida de mi esperanza

y Bajó a sembrar  su nombre

en los senderos de mi alma.

 

Tal vez, el árido suelo

donde el silencio reinaba,

reverdeció sin saberlo

y el brazo se tornó  ala,

el desierto,  madreselva

y la madreselva  rama

y en la rama fruteció

el amor y en él, su magia.

 

La penumbra de mi noche,

aún noche en la mañana

y al mediodía y la tarde

y otra vez de madrugada,

no me insinuaba  la luz,

sólo anunciaba oscurana,

porque mi noche era eterna

como  era fingida el alba.

 

La vida, que nombré  vida,

sólo por querer llamarla.

para que de alguna forma

mi acontecer  reflejara

y el deambular de mis pasos

y los sueños de mi alma,

era en el fondo tal vez

otra forma de la nada.

 

Si previamente a nacer

para el mundo yo era nada

y tantas veces pensé

que la muerte, descalabra

ese despojo que somos

cuando la existencia calla…

de nada, la nada nace

y con nadie tiene alianza.

 

Así pues el transcurrir

de manera resignada,

como transcurren las fiestas

de los  huérfanos y parias,

se hizo penosa costumbre

y el hombre a todo se adapta,

por eso me conformé

con ser la espuma del agua.

 

Yo no sé si la riqueza,

la ostentación y la fama,

la autoridad y el poder

o el gusto por la alabanza,

hacen al hombre más pleno

o le alimentan la infamia,

tampoco si por más rico

puede ser menos canalla.

 

Y con ser nada, confieso

que de nada tuve falta,

no ambicioné la opulencia,

no me orné de oro, ni plata,

y no porque no tuviera

porque en verdad me sobraba,

mas todo lo hubiese dado

por una tierna mirada.

 

Pero la vida, maneja

nuestro destino con maña,

los sueños siempre son sueños

que se esfuman cuando aclara,

quien no sueña  tiene todo

y al que sueña siempre falta

lo que al mundano le sobra,

con excesiva abundancia.

 

Yo sólo tengo mis versos

como sutil artimaña,

para no pasar la vida

como un guijarro en la pampa;

la pasa el perro y el asno,

pero hay que tener agallas

para luchar como un hombre,

sin que te juzguen  mañana.

 

En esta contemplación,

mi vida, ya meridiana,

transcurría en el silencio

del sueño de la cigarra,

por cincuenta años, dormido

sin proyectos ni esperanza,

me hirió de pronto la punta

divina de su Alabarda.

 

Nunca pude imaginar

doncella tan agraciada,

tan grácil y tan bonita,

ni de tan dulce mirada,

de rostro tan marfileño,

de piel aterciopelada

y por si poco, dispuesta

a detenerse  en mi playa.

 

Jamás vi en una mujer

tan lúcida la mirada,

ni tan honda, ni tan tierna,

ni tan expresiva y llana,

nunca contemplé ese brillo,

ni en las estrellas lejanas,

ni en la pátina de mar

que tienen las esmeraldas.

 

Ser preso de sus encantos

fue libertad para mi alma,

la renuncia, no es renuncia

cuando con ella se alcanza

una aspiración   más noble,

¡Bendita fue su llegada!

pues no hay más dulce  condena

que el amor para el que ama.

 

ANTIGONI