Los muros protegen las paredes firmes
De tu vida en pos de vencer callando.
Y volver a La Isla sin tus besos,
Y arrastrar mis cadenas sin tu ayuda,
Y vivir en lo azul sin tu presencia,
Y restar treinta años de dolor.
Es el tiempo cuestionado en los aforos
Donde la vida con lupa es un factor,
Yo no puedo renegar de tu amargura,
Si dos vidas fueron frutos de ese Dios.
Más ,ególatra , racional y convencido,
Esperando en un banco de hospital,
Me afligía un trauma “en mi labor”,
Desmembré nuestro amor tan mal nacido,
Y quise al verte hablarte convencido… del adiós.
Pero veinte y cuatro años son castigo,
Y cincuenta y cuatro mal vividos
El siniestro paredón.
Que soberbia proyectada, inexistente,
Sí, tozudez a prueba de razón,
Y jamás tendencia al mal ,
Si bien excesiva a la yerma travesura,
conmigo, con mi gente y con mi Dios.
Son las mañanas los valles
Donde pasta el monstruo depresivo
Y las noches claritas de la Luna,
Tranquilidad al yo ya no ser yo,
Escaramujo de botes inviables,
Enorme cobardía…!pulpo al carbón!.
Y mi vida son dos almas poderosas,
Y mi orgullo su bondad y su razón,
Más en este poema yo imagino
Otras vivencias para un detonado corazón.
¡Qué vivan los helados del tío que iba en bicicleta!
¡ que viva “La Leona:” la perra de La joya!
¡Que vivan los arcos de Taray y las flechas con platillos!.
Sólo quisiera pasear desde la puerta de la Joya,
Hasta el barranco a plena luz del sol.
Sólo quisiera poderme equivocar
Y comprender que también valía…
Amar un poco menos yo.