Zoraya M. Rodríguez

**~Novela Corta - Pisadas en el Callejón - Parte II~**

Y Francisco del Castillo antes de salir de su primer hogar formalizado con Julia para dar las pisadas en el callejón, si allí reúne a sus dos familias que con mucho empeño lo logró, pero, siendo un bígamo ninguna de las dos mujeres que enamoró lo aceptará así, ¿qué pasará?, mientras tanto la vida de Francisco del Castillo, fue y será de doble vida entre dos familias. Si se dedicó en cuerpo y alma a crear y a formalizar jóvenes en adultos, y niñas en mujeres como la vida lo depara, y así fue con sus hijos tanto hombres como mujeres. Porque cuando amó a Julia y conoció a Ángela, no pudo en verdad amar a una y dejar a la otra así porque así. Sino lo que Francisco del Castillo construyó fue el imperio de dos grandes familias con hijos ya grandes y por separado. No fue que se divorció y se casó nuevamente, no, sino que se casó en ciudades distintas y en diferentes regiones, siendo sólo un bígamo que amó a dos mujeres por separado construyendo a dos familias enteras y muy completas. Porque cuando en el trance de la verdad se vio fría la vida de Francisco del Castillo, pero, no, nunca ambas relaciones. 

Si cuando conoció a Julia en el bar de la esquina, pues, si bailó muy bien, y Francisco del Castillo la conoce y conoció al verdadero amor, y le dijo un “te amo” enseguida y así comenzó la relación. Si Julia es tranquila, llena de paz, pero, de un fuerte carácter en que el que se atreva a meterse con ella o con sus hijos sale la leona capaz de hasta matar, pero, su paz la lleva por el sendero mágico de la vida y de las circunstancias frías de la vida, si trabajó lo que nunca para dar sustento a sus hijos, y por demás quiso en ser como la conmísera existencia de creer en el destino en que el futuro interrumpirá en un camino lleno de fuego ardiente en llamas de la ira de una persona, ¿será Julia?, más no se sabe, es sólo una premonición. Mientras que a Ángela la conoce en un viaje de negocios laborando con ella, ella, no sabía que era un bígamo cuando en una tarde ya se estaban casando y él muy nervioso sí se casa con Ángela, pero, no, nunca abandonará a Julia se lo juró. Porque cuando se casó con Julia, conoció el amor y más que eso a la pasión desnuda de sentir el coraje de amar y de entregar hasta el cuerpo y el alma, cuando en el acecho de la certeza se vio fríamente adecuado en el alma de creer hasta en el alma en quitar el dolor, de una sola salvación, cuando en el momento se vio cerrado como lleno como a un cometa de luz. Y se entregó Francisco del Castillo, como todo hombre, en el cual, se aferró al deseo y al inocuo dolor de dar con la verdad una sola salvación, cuando ocurre el sueño de ser como el alma de entregar en cuerpo y el alma hasta la cúpula o en el pináculo de un mar atrevido por donde el horizonte no estuvo tan lejos. Porque cuando en el trance de la verdad se vio frío como el desnudo del sólo sentido en el alma álgida, o como el tormento de un sólo desastre de creer en el alma muerta de desesperación entre el correr y venir lejos en saber que el deseo es como un terrible desastre o como la misma sensación de creer en el alma desnuda de amor creó a otra vida con Ángela, y con muchos recelos y con muchos cuidados. Y la amó, a Ángela, y con ella procreó dos hijos más, que con Julia, si cuando el amor llega también llega la pasión desnuda de penumbras oscuras cuando en la altas y bajas se sabe llegar y sobresalir de ese percance en la relación, se decía Francisco del Castillo. Cuando en la alborada no calmó un deseo imperdonable de ser un bígamo confeso ante Dios, pero, ante el hombre le faltó y mucho. Cuando en el altercado frío de la verdad se vio fríamente indeleble y álgido, como si una gota fría le hubiera caído encima desde una altura de 100 metros. Porque cuando en el siniestro cálido de ese sol en verano y en la alborada se vio frío como el pasaje de ir y venir lejos desde el torrente de luz donde se cuece el alma dentro del coraje de ver el siniestro cálido. Cuando el alma de Francisco del Castillo, en esa aventura de cruces veraniegas se identificó el torrente de creer en el alma gélida en dar una conmísera atracción de creer en el alma a toda una verdad efímera de creer en el alma una sola ansiedad de creer en el alma una sola certeza en dar una sola verdad en grande y a gran plenitud. Porque cuando en el alma de Francisco del Castillo se vio frío y tan álgido como el mismo tormento, se enfrió el desastre de esas pisadas en el callejón y dando fuego a todo lo que llega y viene. Porque cuando en el trance de lo perfecto se dedicó en formar parte de la esencia más eficaz en el alma en que se siente como la misma sensación, de creer en el alma de Francisco del Castillo, se formó el fuego por pisadas en el mismo callejón donde reúne Francisco del Castillo a sus dos familias. Y deseando abrir el cometa de luz en contra del pasaje de ir y venir lejos, cuando en el alma queda como el mismo desastre de ver el cielo de tormenta y tempestad, si ocurre el mayor reflejo en dar una conmísera atracción en dar un sólo reflejo en hacer crecer hasta el fuego por donde las pisadas van y vienen dejando un fuego mortal en el suelo de ese triste callejón. Y las pisadas en el callejón se abrió en deseo ambigüo el calor de un nuevo amanecer, cuando en la alborada se electrizó la forma de dar con una sola salvación, en que se divierte el sol con un nuevo amanecer, pero, por dentro del alma un álgido porvenir, encerrando el deseo de ver el siniestro cálido en camisas de extraño perecer. Porque cuando en el alma se da lo que se encierra en el momento cuando en el instante se obtiene un silencio autónomo de creer en el amor que le dió a esas dos familias era tan efímero como el dolor que sentía al revelar la pura verdad. Si en verdad que ya no podía más si a su edad le falta salud y vigorizada vida, cuando en el altercado frío de su instinto, se dio como el frío veraniego de la vida sin vida. Y su edad ya no era la misma sino que era un adulto con pecados y con unas frías sensaciones y tan indelebles que Francisco del Castillo sólo anhela lo que sueña y que sus dos familias se conocieran y se dieran la mano y que se quisieran como dos familias de un sólo padre de familia. Cuando en el instante frío se dedicó en fuertes atracciones de creer en el alma muerta de desesperaciones inconclusas de querer en el tiempo y más que eso en el mismo instinto en que el instante se abrió de deseos en amar a esa familia en que se dedicó en fuertes declaraciones de querer amar lo que más converge. Porque cuando el alma de Francisco del Castillo, se aferró el deseo de creer en el alma desértica en saber de ese caballero llamado Francisco del Castillo, el cual, con tan sólo maña y musaraña mental envenenó de palabras frías a dos mujeres, las cuales, le dieron una familia cada una. Cuando en el trance de la verdad se enfrió el deseo en dar la frescura de un amor familiar sino que llegó la ira y el odio para ambas familias desde que Francisco del Castillo, irrumpe el reunir a las dos familias, sí, en el callejón y con pisadas en el callejón de Fransisco del Castillo, cuando en el perfecto deseo se dio como lo más efímero de creer en el imperfecto de dar con la vida una conmísera atracción de converger en el corazón con un sólo odio el que Francisco del Castillo, sólo quería disipar con tan sólo reunir a las dos familias, sí, en el callejón y con pisadas fuertes en el callejón llenas de un fuego total por sentir a su alma como al viento volar. Y con el dolor y con el sólo sufrimiento se dedicó en cuerpo y alma, a desafiar la vida con tan sólo cosechar unas iras inconclusas de ver el cielo de cruel tempestad, y de una terrible lluvia fría que cae desde el cielo en la misma piel y fue esa noche invernal en el callejón, sí, en el callejón solo y tan solitario por donde se pasea el momento ingrato, cuando se cuece el alma de rencores ambigüos y de querer sobrevivir en la manera más vil de creer en el invierno aquel por donde se siente lo más suave y delicado de la vida misma. Cuando en un sólo torrente de lluvias se siente como el mismo desenlace en dar con la verdad de que su vida es como el mismo imperio de luces veraniegas de creer en el alma a ciegas como el mismo imperio sosegado. Y Francisco del Castillo lo sabe y más sabe que el deseo se impone al secreto de dar con la misma ansiedad, del dolor a cuestas de la sola realidad, cuando en el alma se siente como el desastre de dar con la ilusión de ver al sol en la misma carencia de dar con la única mala situación en que se converge una sola verdad de que Francisco del Castillo hizo y realizó y formalizó a esas dos familias. 

Porque cuando llega Julia, a ese callejón con la carta anónima que le había llegado en el buzón de su hogar, solo quiso en ser como el sol que le da calor extremo y sin sentir el frío en invierno, sólo se dedicó en cuerpo y alma a ser como la vida sin destino y sin camino fijo por donde pisar como aquellas pisadas en el callejón llenas del fuego devorador de la ira y del dolor y de un perdón que no se vé venir. Cuando en el altercado frío Ángela, también recibe la misma carta sin firmar, o sea, una carta anónima, por la cual, se denomina en cruzar el alma cosechando una forma de creer en el alma a costa de la pura verdad de que había formalizado a dos familias y sin un porqué y tan extraño. Cuando se formó el deseo de entrever el cálido desenlace de ver el amor ciego en camisas de extraño parecer y de un sólo perecer. Cuando en el ocaso se siente como el saber de un sólo porvenir y tan claro como el mismo cielo de creer en el invierno cálido de un sólo tormento, cuando en el combate de dar con el silencio se abastece de iras sin sentido, porque en el instinto se dedicó en cuerpo y alma a realizar pisadas en el callejón como el mismo fuego devorador, que hizo Francisco del Castillo cuando reúne a sus dos familias, sí, en el callejón. Y se dedicó en una sola fuerza de extraer el calor como a un frío invernal, en que sólo el deseo se volcó como el mismo viento en un sólo remolino. Cuando en el trance de la esencia se dedicó en el alma a toda verdad y en contra de la realidad se electrizó la forma en dar como la única verdad e instinto como el suave desenlace de creer en el alma a ciegas de la pura verdad. Y Ángela, cuando llegó al callejón frío y desolado y tan triste como el mismo silencio, se enfrió a su forma de atraer a la vida misma un sólo dolor, sí, en el alma, porque cuando en el trance de la verdad se dedicó en un sólo anhelo y en cuerpo y alma a criar aquello que se llama vida y más que eso ése producto de ese puro amor. Cuando en el alma de Ángela, se identificó el reflector fijo de un desenlace de dar con el alma de Ángela, una sola frialdad en que el tiempo y el invierno frío se dedicó en cuerpo y alma a naufragar en el tiempo. Porque cuando ella sabe de la verdad queda atónita como sus dos hijos por igual. Porque cuando Julia se halla en el callejón quedó igual de estupefacta que Ángela y sus dos hijos, cuando en el altercado frío de decir que Francisco del Castillo, tiene dos familias y se dedicó en ser como la misma fuerza, cuando en la camorra se dedicó en ser fuerte como el desenlace álgido de querer al callejón frío en un desastre de que el fracaso era sólo del propio Francisco del Castillo. Cuando en el desenlace en el torrente de sensaciones nuevas de dar con la verdad de casi sentir el suave desenlace frío tanto Julia y Ángela, se sienten como el desastre mínimo de creer en el delirio delirante y latente de dar una sola visibilidad con rayos de sol en el mismo lugar, pero, con fríos invernales en el mismo delirio. Y todo porque Francisco del Castillo, se dedicó en ser y tan débil como el mismo desenlace de creer en el altercado frío que dentro del vicio autónomo entre Julia y Ángela, y en cuerpo y alma dejando un fuerte frío invernal en que se torna inadecuadamente, cuando en el invierno que pasa en el callejón se vio frío y tan incandescente, cuando el tormento se vio veraniego con ese sol de una noche translúcida, cuando en la alborada se cree en el desierto frío de dar con una sola e impetuosa tempestad. Cuando se aprieta el deseo de creer en el desierto más real como si fuera una soledad que mata y que ahoga más. Cuando en el alma se dedicó en ser como lo más fuerte en dar con el alma una fuerza en que el sol se sentía como el mismo deseo. Cuando en el alma se dedicó en ser y tan fuerte como el mismo imperio de un sólo sol en ese invierno cálido en que se dedicó en fuertes sensaciones nuevas de un deleite en decir que el desastre se intensificó como el mal incurable. Si en el alma de Francisco del Castillo se deleitó en fuertes fuerzas de creer en el arte del amor entre Francisco del Castillo y con Julia y Ángela, también.



Continuará………………………………………………………………………………………….