Existe un portal hermoso
hacia historias del pasado,
donde el hombre se ha adentrado
a un cosmos maravilloso.
Es un puente fabuloso
a sapiencias ancestrales,
a anales patrimoniales
que enriquecen la cultura
y presentan la apostura
de ayeres universales.
No solo a lo transitado
esta puerta comunica,
su accionar se magnifica
al futuro imaginado.
Es un manantial sagrado
hecho por el Creador
para que todo lector
que se detenga en su fuente,
halle el camino excelente
que da al alma su candor.
Ese mágico portal
también conduce a otros mundos
hechos por genios fecundos
de entelequia colosal.
Es la exposición oral
de la fastuosa escritura,
descifrando su estructura
le da significación.
Esta mítica alusión
es la celestial lectura.
La lectura es un placer
que acrecienta la inventiva,
con su riqueza expresiva
va calando en nuestro ser.
Con su sabio proceder
refina nuestro dialecto
siendo el vínculo perfecto
entre grafía y dicción,
su eficaz ejecución
desarrolla el intelecto.
La lectura es el solaz
de la mente aventurera,
es la ansiada primavera
de la redacción locuaz.
Ella irradia con su faz
el motor del pensamiento,
sostiene con fundamento
la difusión del saber,
haciéndonos comprender
de la idea el argumento.
Depende como se lea
o el signo que se interprete
su adiestramiento promete
una asombrosa odisea.
Es la dulce panacea
que cura el aburrimiento,
despertando el sentimiento
de febriles efusiones,
inspirando hondas pasiones,
es del ensueño el sustento.
La lectura nos enseña
del lenguaje la armonía,
del existir la valía,
de la ciencia la reseña.
Es la madre que se empeña
en que obtengamos los frutos
del conocer, y que astutos
accedamos al legado
de los hombres que han dejado
en las letras sus tributos.
¡Oh, cuánta benignidad
nos aporta la lectura
al derramar con frescura
su inefable claridad!
¡Con excelsa majestad
entona con voz dorada
cada enseñanza hilvanada
con trazos del corazón
que suscitan la emoción
con la que es hoy coronada!