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**~Novela Corta - Pisadas en el Callejón - Parte III Final~**

Cuando en realidad la vida sosegó en cuerpo y alma a Francisco del Castillo, cuando en su afán de creer en la manera de dar una supervivencia autónoma con el silencio interno, no debió de haber entristecido tanto como haber dejado de un lado a su doble vida como el haber interrumpido su vida de casado con Julia y con Ángela, para revelar toda verdad naciente a esas dos familias que él mismo formalizó. Cuando en el altercado frío de entregar el alma de Francisco del Castillo y entre las pisadas de ese callejón, se vio mortífero, mirífico, y tan inmortal sin caer dentro de la vida como un monstruo, el cual, formalizó a dos familias desde que se enamoró por vez doble. Porque cuando en la noche, pues, sí, era de noche, cuando en ese callejón solitario y desolado y tan frío como el hielo en el invierno, Julia y Ángela, aún no saben nada ni apenas se conocen y entablan una conversación acerca de ese callejón solitario, pero, tan hermoso y muy bien cuidado, tenía adoquines, y se aferraron a la espera y tan inesperada, de que su mundo entre esas dos mujeres supieran de toda la verdad de por qué se reencuentran allí mismo en el mismo callejón solitario y tan desolado y más que eso tan frío. Las dos mujeres, se miran cara a cara, dando preámbulo a un sorpresivo instante en que se hallan en ese callejón, por el cual, se electrizó la forma de creer, la forma de pensar, de imaginar, de temer a lo desconocido o de tener un pavor mirífico al lugar lleno de telarañas y de miedo por el frío y sin poder acostumbrar y allí se hallan las dos familias con las cartas anónimas de Francisco del Castillo, esperando revelar toda la verdad y él sin aún llegar, sin hacer acto de presencia, y su ausencia ya se venía casi llegar, cuando en el camino angosto y pedregoso, se vio llegar en caminos de sustento de verdad sin poder revelar. Porque cuando en el tiempo y que pasa de largo como un tiempo veloz y ellas allí en la espera y tan inesperada, ¿de que si llegará Francisco del Castillo al callejón?, y ellas sin saber si era él o no. Porque ambas familias se aferró al suspenso y al gélido altercado de creer en la forma de haber formalizando dos familias con dos mujeres, las cuales, Francisco del Castillo amó con todo su corazón. Si las dos, tanto Julia como Ángela, no encuentran similitud en sus vidas ni en su diestro camino de creer en el desenlace final que pronto llegará, entre las dos vidas y las dos situaciones entre esas dos familias de Francisco del Castillo. Cuando en el altercado álgido entre el coraje en sentir impotencias se vio el frío y más que eso como de costumbre el amargo sabor entre la garganta de Francisco del Castillo, frente a esa situación en la que en el fuego de esas pisadas en el callejón, se deleitan de un latente fuego que pronto llegará. Cuando en el ocaso se siente como la noche en que está a punto de revelar toda la verdad tanto a Julia y a Ángela. Cuando en el altercado frío y de un sólo desastre de ver el cielo de mágico color se deleita como el sabor único de entrever el sólo desastre de creer en el alma gélida una conmísera virtud entre el alma de Francisco del Castillo, cuando en el tiempo y más en ese callejón frío se intensifican las pisadas como huellas indelebles de un fuego siniestro y tan cálido como el haber sido un solo bígamo y sin contemplación alguna en ser perdonado por alguna de las dos mujeres. Y Francisco del Castillo, se vio imaginario y mal inconsecuente de creer en el alma desierta de una sola magia por donde se pasea el dolor y el sufrimiento y las penas de Francisco del Castillo, cuando en el ademán frío de creer en el embate de dar una vida y una virtud mísera se vio abatido de una sorpresa inadecuada de espantos nocturnos cuando en el ademán frío y de un envenenamiento efímero de la vida misma en el altercado frío se siente como el frío de un mal incurable en saber de su mísera existencia como la de un cometa de luz en el altercado frío de entrever una sola razón en la locura de haber sido dos hombres en una sola alma. Cuando en la camorra fría se vio Francisco del Castillo, y se vio frío y tan álgido como el mismo hielo gélido, cuando se fue por el rumbo sin destino y se fue buscando una salida, la cual, nunca encontró Francisco del Castillo. Y Francisco del Castillo se vio álgido y tan helado como el mismo invierno frío socavando en el delirio de un solo corazón y tan frío como la nieve que cae desde el mismo cielo. Porque cuando en el altercado frío de una nieve a solas y en desolación así fue el frío que abarca a Francisco del Castillo en la misma alma, en el mismo cuerpo y en la misma piel. Si Francisco del Castillo se dedicó en ser débil como aquel mismo cometa de luz en que el cielo se dedicó en ser como la tempestad y como el frío nevando hacia el mismo destino. Y las dos mujeres, quedaron inertes y tan frías como ese mismo invierno soslayando en el fuego desértico de las pisadas en ese frío callejón. Y tan desolado, sí, ese callejón, como la misma soledad o como el mismo paraíso o del Edén, se fue como el mismo imperio de un sólo desastre en que se muere como la muerte en cada frío en la piel. Cuando en el imperio de un solo templo en que el cuerpo de Francisco del Castillo, casi se abastece de gélido viento, cuando en el instinto se pierde como el ocaso en la noche fría, cuando llega el tormento hacia un nuevo destino y tan frío como la misma nieve en invierno aunque el sol pueda salir. Y desafortunadamente así fue el mal encuentro entre Francisco del Castillo, y sus dos mujeres tanto Julia y Ángela, y sus cuatro hijos, porque cuando en el frío altercado se vio tan gélido como el mismo desierto se vio fríamente inadecuado. Y estable el callejón como tan frío como tan álgido se vio el trance de la oscura verdad en que el frío se intrínseca por una estabilidad emocional en que se debate Francisco del Castillo en su interior con el fuego y con las pisadas en el callejón. Cuando en el alma de las dos mujeres tanto de Julia y Ángela, se vieron fríamente inalteradas en discernir la triste verdad en que casi se cuece el alma en desconciertos y tan efímeros como irrumpir en el desierto una magia socavando en el altercado frío de un gélido desierto. Cuando tanto Julia como a Ángela, se vio inestable como la mala suerte en saber que una cosecha se hiere a profundidades de la tierra. Cuando tanto Julia como Ángela viendo a sus familias y ni así se dedicó en cuerpo y alma a descifrar el cometido de la insistencia en Francisco del Castillo reunir para revelar la verdad a sus dos familias. Cuando en el alma de Julia sólo lo presiente, pero, no, no, aún no lo descubre en su totalidad. Si en su afán de creer en la sola soledad y en la letra de esa carta, y que sí, sí, era la letra de Francisco del Castillo, y con una espina en su corazón le dice que sí, que sí, era él. Si en el alma de Julia y a la de Ángela, se dedicó en cuerpo y alma a socavar en el trance de la verdad cuando en el alma de Julia y a la de Ángela, se vio en un tormento de escalofríos cuando Julia observa a esa familia que también había recibido una carta tanto o más igual que la de ella misma. Cuando en el alma de Julia y en la de Ángela, se vio fríamente indeleble como en el transigente cometa de luces veraniegas en que se dedicó en el fuerte desenlace de creer en el alma dentro de la noche pasajera de espantos nocturnos, cuando en el ámbito de creer en el alma muerta de sustos y de miedos y de pavores inconclusos de un temor incierto se dedicó en fuerzas indelebles en atraer a la vida una conmísera vida. Cuando en el frío y en el álgido derrumbe entre ambas familias se dedicó en fuertes decadencias en lo más fuerte de la vida misma, cuando en la camorra de atraer la insistencia y perspicacia se vé llegar la ausencia de Francisco del Castillo en el mismo callejón donde las pisadas arden de fuego, sí, las pisadas en el callejón. Porque en el desenlace frío se siente y tan petrificado como el mismo final de ver su vida como el instante en que se cuece de tormentos fríos un sólo altercado entre esas dos familias. Porque llegó el inesperado, el frío y tan álgido como el hielo o como la nieve, en el equinoccio invernal de un fuego latente en el alma Francisco del Castillo, cuando en el alma se electrizó la forma de creer en el alma descendente hacia la misma forma de creencia en la misma forma de plenitud y de una cruel virtud escondida entre escollos naturales de la vida. Cuando en el alma se dedicó en cuerpo y alma a creer en el alma de un combate y en un solo perdón o condonación o como la más débil amnistía de la vida misma. Cuando Francisco del Castillo se vio efímero, pero, y tan corto como la misma  vida en que caducó o expiró el tiempo en que el suburbio de la razón, se electrizó de tal forma. Cuando en el altercado frío de la vida se entristeció espantos nocturnos, si se debió de entretejer la vida misma como una mala telaraña de una araña de color nocturno cuando en el atercado frío se dedica en cuerpo y alma Francisco del Castillo a decidir entre sus dos amores, ente sus dos mujeres, entre sus dos pasiones, y entre sus dos familias. Cuando en el frío y en el desastre de creer en el alma muerta de espantos se aseguró en dar a creer en el alma muerta de miedos y de un pavor inseguro, cuando Julia y Ángela lo vieron entrar al callejón con pisadas de fuego latente de un fuego devorador como se enciende una hoguera o una fogata, en la cual, hace llamas desastrosas de un invierno que ni con nieve lo puede apagar. Cuando en el alma de Julia y la de Ángela, se vieron fríamente indelebles cuando entra Francisco del Castillo con cerilla en mano, no era una bomba, ni un misil, era Francisco del Castillo, y con pisadas en el callejón de un fuego mortal y tan letal, pero, muy fétido y hediondo de fuego se llenó el callejón con unas pisadas fuertes en el callejón de Francisco del Castillo. Y tanto Julia como Ángela, y sí explicación alguna, cuando fue difícil de identificar al cuerpo lleno de unas quemaduras irreconocibles. La autoridad no le dejó el paso a nadie, sino que las dos familias se dispersan por el fuego devorador en que Francisco del Castillo, tramó y perpetró, sí, en el callejón y con pisadas fuertes hacia esas dos familias que él solo formalizó. Cuando al fin y al cabo, nunca más volvió ni regresó Francisco del Castillo a sus dos hogares. Dejando inerte el corazón de Julia y al de Ángela, con la sospecha de esas cartas reuniendo a esas dos familias en el callejón. Y dejó pisadas fuertes como el fuego devorador de una pólvora cuando se electrizó la forma de dar a plenitud y en virtud ene l alma de Francisco del Castillo, cuando se petrificó su alma en ese mismo callejón donde reunió a esas dos familias. Y con esa doble vida la de Francisco del Castillo, quedó con pisadas en el callejón de un sólo fuego devorador, sí, en el callejón. Y quedó Francisco del Castillo como órbita lunar dejando una estela y sin razón de creer en el fuego desastroso de ver en el siniestro cálido un sólo tormento. Y Julia y Ángela sin más darse de cuenta, hasta que una noche Julia, pensando en esa carta que se quemó con las llamas, sí, era la letra de Francisco del Castillo…

 

FIN