En realidad, me cuesta creer que esto alguna vez haya sucedido. Me parece increíble el cómo usted llegó de forma descarada a mi vida cambiándola para siempre. Era tal el descaro que había en su desfachatez que incluso mis ojos brillaban ante él sentido de su presencia, y se apagaban en la soledad durante sus ausencias.
Esa insolencia suya en realidad parece no tener remedio. Usted de pronto se aparece de la nada de forma inconsciente, con su naturaleza divina e implacable, como verso en los labios de un poeta pendiente para ser parte de ese poema de belleza inexpugnable.
Esa insolencia suya incluso se refleja en su forma de vestir y ver la vida, con esa positividad como si no existieran males dolorosos, como si el llanto al no verla fuera desagradable, como si los labios de los versos más hermosos no tuvieran un poema de cuál enamorarse.
Me cuesta creer que yo me haya quedado así con esta vida, como si usted se hubiera molestado con el permiso para entrar en ella y destruir todo el dolor que, hasta saber de su existencia, en mí se haya marcado. Creo que usted no tiene conciencia del poder que guardan sus pasos visibles incluso en la niebla que hasta ahora enceguecía mis ojos.
Pero tenga en cuenta algo; debe saber que todo acto en la vida se paga de alguna forma, incluso los no intencionados. Quizá sea más adelante cuando usted sea testigo de las consecuencias de ellos, y, si se realmente se sintió bastastante Mujer como para aparecerse en forma insolente en mi vida, debería tener el mismo sentido que usted cree tener para enfrentar las consecuencias de un vivir sin tener conciencia incluso de su parte consentida.
Por eso, espero que en ese momento tenga el valor suficiente para enfrentarse a mí como si nada. Usted puede usar a su favor la dulzura de su sonrisa, esa que desde el primer momento dejó esta alma enamorada.
Espero que no le duelan mis versos cuando los recite a sus oídos en medio de mis fantasías, que yo le dedicaré mi día entero para derrotarle de una vez por todas como yo antes lo hacía.
Por eso, quizá usted una noche cualquiera, desnuda en su cama de fantasía, a lo mejor sienta en su cuerpo una brisa ligera; pues, son las consecuencias de sus actos al querer convertir mis versos en usted en mi más bella poesía.