Llega un momento en que la sangre hierve,
el corazón se adormece en su andadura,
el deseo arria sus banderas
Y los ojos entornan las persianas.
Llega un momento en que presientes el ocaso,
ya no canta el jilguero en tu ventana,
los grillos desafinan sus violines,
las ranas hacen coros en las charcas;
mientras Selene se maquilla entre las nubes
Lorenzo se refugia en una tasca,
se emborracha de tórridos recuerdos
Y se pierde detrás de las montañas.
Pero el ocaso es un nuevo principio,
el nacimiento de una nueva era,
de un firmamento cuajado de luceros,
de amaneceres y auroras turbadoras,
de noches satinadas de recuerdos
renaciendo en los brazos de tu amada
un concierto de besos y suspiros,
un aquelarre de amor en esa playa
en que no existe ni el miedo ni el olvido,
en que tu y yo trenzamos una danza
con estrellas, luceros y cometas
más allá de planetas y galaxias,
donde el cielo, por fin es nuestro cielo
Y el dolor se adormece entre las algas.