Hacia ti voy con mi corazón
como una ardida estrella,
recíbeme entre tus brazos
que la soledad me desvela.
En tu pecho descansará
la cabellera de mis penas.
No deseo más que tu cercanía,
como revolotea la abeja
en una flor herida.
Existe en tu hermosura
el canto de la vida
para el dolor y el espanto.
Mi aliento busca tu boca,
roja como una llama,
y mis ojos a tus pupilas
oscuras como montañas.
Los colibríes de tus besos
me llegan en bandadas.
Cuando dormimos juntos
el sueño nos encierra
en su pulso nebuloso
y juntos como hiedra
a su abismo descendemos,
repletos de luz ligera
entre lo fugaz y lo arcano.
¡Quiéreme por siempre
que la vida es bruma
transitoria y todo tiene
la palidez del olvido, luna,
flores, cielos, mañanas,
hasta tu alma pura!