No es coincidencia que dicte a mi pluma estas palabras, esas que en este instante se visten de esa insolencia que a veces me caracteriza para responder a su reto.
Puede decir que obro con descaro cuando halago su sonrisa y sin embargo mis labios enmudecen si trato de ir más allá. Pero no más, basta ya de quedar como tembloroso cervatillo ante su mirada.
Hoy reúno todo mi valor para cruzar el río que nos separa, desplegar esa alfombra y emerger ante usted, mi César.
Dejémonos de rodeos y escaramuzas, esas en las que mi traviesa insolencia me hace llamarle perverso y a veces sinvergüenza. Sin embargo se me paraliza el pecho cuando de hablar en serio se trata. Pero no más, basta ya de esconderme en otros nombres para llamarle mío.
Hoy levanto bien firme mi voz como antaño lo hiciera otra mujer indomable para reclamar el objeto de sus deseos:
- Señor, quiero al Peshwa. Dadme al Peshwa.
No es coincidencia que dicte a mi pluma estas palabras, que haga uso de todo mi descaro para devolver el guante que me ha arrojado.
Hoy seré su Cleopatra, su Mastani.