Disculpen, los soñadores,
si mis versos les molestan,
si mis versos, les apestan,
por no ser aduladores.
Disculpen, “grandes señores”,
que banalidad orquestan
que en el corazón infestan
como infestan los traidores.
Prometiendo libertades
imponiendo van cadenas
con sus muchas falsedades
que de podredumbre llenas
pronto sufrirán condenas
cuando salgan las verdades.