Tu voz es una marea sin ruido. Eres ante mí como un espacio fértil de aventuras idílicas.
Te amo como al oxígeno que me permite escribirte.
Eres el candelabro de los siglos venideros.
Tus ojos son corolas de miel iluminadas por el rocío de la vida.
Eres ruta para el discurrir de mis sentires más preciados.
Te veo volar, y sólo con un salto estaré contigo.