Por mis besos tu rubor
es furia de la alborada,
y por mis manos tu cuerpo
tiene temblor de plantas.
Eres como un campo
atardecido en llamaradas.
Por tus muslos enloquece
el caballo de mi antojo.
En ti todo es espesor agreste
en medio de la primavera.
Día a día a tu río leve,
la furia de mi ola lo desangra.
Muy tarde por la noche,
entre realidad y ensueño,
los dos juntos nos fuimos
perdiendo entre lo sereno.
Inquietamente, tu boca dulce
sembraba anhelos.
Tu y yo con el mismo olor
que nos daba prisión y consistencia,
las almas rodeadas del sudor
de la inocencia, fuimos solitarios
y cercanos al dolor.
Desnudos de palabras.