Sólo conocí a una abuela, ella era mi todo.
Era tan pequeña que la hice mi amiguita.
En las noches oraba el Rosario a la Chinita,
Era mi cita y rezaba con ella codo a codo.
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Como era llorona ella me puso mi apodo,
Así que me llamaba “La Bebita lloroncita”.
De noche ponía en mi frente agua bendita
y en las horas de frío, me traía el sobretodo.
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Siempre pienso en la casona de mi abuela,
era una casa con cuartos llenos de misterio,
donde solíamos juguetear a las escondidas.
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Todos bajo la cama y cubiertos con negra tela,
de ese fosco y frío lugar hicimos un cautiverio.
Mi Dios, de allí, eran muy difíciles las huidas.