Poema al lápiz
Envuelto en mutismo y anonimato
ha enarbolado gritos de libertad.
Quinientos años han pasado desde su nacimiento
y sigue tan jovial como si tuviera veinte.
Camisas de cedro de incienso tiene,
una que otra de pino, abeto y ciprés.
El hidalgo Don Quijote, Hamlet y
el Conde de Montecristo
son algunos de sus hijos inmortales.
Su negro corazón ha trazado los poemas
más hermosos de la humanidad.
Él ha registrado la vida de los miserables,
la crónica de una muerte anunciada,
el trágico relato de una gallina degollada,
y los cien años de soledad,
desde que Úrsula y José Arcadio
huyeron de la Sierra para evitar
una cola de cerdo en su prole.
América toda, desde Alaska hasta la Patagonia,
le da las gracias por perpetuar la Constitución de sus naciones.
Y es que ha sido el lápiz el primero en inspirar
a niños y niñas de las escuelas
a dibujarse corazones en los cuadernos,
como también ha sido el último héroe en
contar las epopeyas y épicas batallas
en los anales de la historia.
Es el lápiz el testigo omnisciente
Que ha escrito las líneas de cambio de la humanidad
y la ha guiado a caminos de libertad,
de aprendizaje, de hermandad,
diseñados para vivir una vida
en un mundo mejor,
uno en el que reina la educación.
Alberto Solak