Y todo empezó con unas frases,
poemas sin sentido, aventureros,
atravesados por dos luceros
incrustados en mí, como aguijones.
Sin darme tiempo a pensarlo, me atrapó,
¿No es el amor que todo lo cambia?
vistió de oropeles mis carencias,
me ofreció un paraíso sin parangón.
Plasmé suspiros envolviendo su alma,
atice el fuego de su corazón,
quise ser en él un epigrama,
y nunca repare que su pasión
sutil, me veía con un neorama
mientras yo me descubría con pudor.