Porque cuando el alma de Alejandro del Rosal le llegó un momento en que el deseo y el alma, se vieron cara a cara, dejando saber que su obra y sus actos estaban muy mal, siendo la infidelidad de Alejandro del Rosal en que se halla hasta el punto de no dormir en su hogar con su esposa Graciela, por convivir y estar con ésa mujer. Se vio frío y tan álgido como el mismo ademán frío y dentro de un desastre, en la cual, se encierra el deseo de entrever en el solo camino si se siente como el mismo desafío cuando en el trance de la verdad se aferró al amor puro, condescendiente, inocente, pero, muy rebelde, muy loco, y de alocada transición en el alma, muy vivaz y muy real, como que en el deseo se siente como la aventura que ésa mujer le confiere en el alma, una rumba, un baile, y pasar un buen tiempo. Cuando en el alma de Graciela entristece tanto y por tanto por dentro en que sólo el deseo de converger en el trato que le da sin satisfacer al alma de Graciela, se vio tristemente álgida, herida y más que eso dejada en una relación que no da para más. La rutina y al compás de sentir en su alma una herida cruel sin besos ni caricias en las noches, ella, Graciela, se vé atormentada y tan fría como el desastre de creer en el alma en dar una vez y por todas el gran deseo amargo de caer en riesgo de conseguir un amor como el de Alejandro del Rosal, pero, no, no, era el amor sino la infidelidad de creer en la camorra incierta de dar con el dolor una cruel infidelidad. Cuando en el afán de dar con la vida una certeza incierta se vio álgida, Graciela, si en la insistencia de creer en el alma y en el dolor se aferró al desastre de dar con la única verdad de que el dolor le venía llegar encima. Y Graciela tristemente indeleble se vio fría y sin más ni más que el poder del sufrimiento autónomo de dar con la certeza de que sí sus sospechas eran ciertas aunque no eran a cabalidad lo más cierto. Cuando en el trance de la verdad se enfrió el desastre de creer en el imperio de su alma soslayando en el altercado frío y de mala costumbre en el alma fría y descubriendo el deseo casi inocuo de entrever el silencio de esa cruel e inestable insistencia de dar una sola solución a la mala infidelidad. Porque Graciela en realidad ni sabe quién es ni si es una infidelidad por parte de su esposa Alejandro del Rosal, ella, Graciela siempre con la gracia de su corazón y de su alma si se debate entre una espera y una sola solución en que casi se desespera cuando en el tormento de luces hacen destello dentro de su corazón sólo amando a su esposo a Alejandro del Rosal. Sólo él sabe donde acariciar, donde dar ese primer beso, donde la pasión se desviste sin medidas ni consecuencias sino sabe donde ella explota de corajes, porque aún no los conoce, no los presiente ni los ve aún, pero, si llega una infidelidad creo que sí va a conocer a Graciela. Porque cuando en el alma de Graciela se ve atormentada de un sólo espanto nocturno cuando su marido Alejandro del Rosal, no llega aún a la casa, a su hogar de siempre y con su única esposa, lo echa de menos, lo ama aún más, y lo extraña de tal manera en que casi se siente como una doncella buscando aún a su príncipe azul. Porque cuando en el albergue de su pobre corazón se siente Graciela como el paisaje de ver el cielo de añil le dio un coraje mortal y tan letal, y tan fructífero en que casi se cuece de inmortal su jovial juventud que aún le queda a Graciela en la piel de una señora ya casada con el ajeo de la vida y más de las caricias por su esposo Alejandro del Rosal. Ella, se lo imagina, pero, no se lo interioriza, no es capaz de asimilar tal cosa. Y llovió como nunca esa noche clandestina de sosiego, de pasión, de fríos, y de perenne sensación y de rica satisfacción, cuando el placer de Alejandro del Rosal, está a millón con ésa mujer que le complace en todo, menos en la virtud, la honra, la candidez y lo insípido, y la honestidad de una esposa hogareña y sin mediar palabra ni recordar nada de la vida de Graciela, la ama sin consecuencias, sin remedio, sin contemplaciones, sin miedos ni pavores insensatos, de creer en esa infiel infidelidad. Y con esa relación extramarital se llevó la sorpresa de creer en la única sensación de querer amar lo que nunca amó a una mujer de alto calibre y de renombre como lo es y lo fue Graciela en su corto matrimonio de un enlace que duró muy poco, pues, la infidelidad llegó en un buen matrimonio y de una buena estirpe o linaje como eran ellos o ambos en ese pueblo. Y cuando en el desenlace efímero de creer en la mala suerte de entrever el silencio autónomo de dar con una sola verdad se aferró al destino y más que eso se entristeció tanto y por tanto en que sólo el deseo se envenenó de iras adyacentes de creer que el amor infiel acabará con todo su amor. Y Graciela quiso confirmar sus dudas y sus sospechas de infiel infidelidad cuando en el momento se enalteció de sospechas incoloras y sin ser claras, se electrizó la forma de creer en el combate de dar una sola pelea por ese amor que le queda en el corazón y más que eso en el camino lleno de competencias en contra de ésa mujer. Y Graciela se electrizó la forma en poder creer en el amor a toda costa, cuando sí, su tormento de mujer enamorada le llegó a gran pelea, sucumbiendo en un sólo delirio y en un sólo trance de la verdad de una infidelidad dada, sin sospechas y sin alguna duda y sin ninguna contemplación de un amor pasional extramarital. Y llegó a casa Alejandro del Rosal, cuando ella como noctámbula perdió el sueño esa noche esperando a su marido. Esa noche fue tormentosa, muy deliberada, y hasta con opciones o alternativas para obtener un perdón por parte de Graciela. Graciela lo mira y lo observa de arriba hacia abajo, y de abajo hacia arriba, dejando ver y notar su malestar en contra de esa infidelidad, cuando en el intercambio de razones y de explicaciones se vieron como dos adolescentes y cada uno en un rincón dando explicación por una ausente ausencia. Cuando en el amanecer se vio Graciela entristecida de espantos, cuando su esposo se vio ausente de esa noche de pasiones, y llena de amores, cuando en el altercado frío y de un mal porvenir, se dio como el primer deseo de entrever y de envenenar hasta el alma de Graciela, con esa infidelidad por parte de Alejandro del Rosal. Porque cuando Alejandro del Rosal le expresa toda su verdad de que sí tiene otra amante, la cual, le hace el amor y la pasión como a él le gustaba y más que eso como el deseo efímero de creer en el alma a consecuencias dadas de una infidelidad como el desastre de creer en la mala sospecha de sentir un fuerte delirio socavando en la misma fuerza en creer en sus palabras de un hombre arrepentido, pero, mal herido de corazón. Porque cuando en el alma de Graciela se vio en el mal desastre de ver y de sentir el coraje de una infidelidad de hacer creer en su alma muerta de espantos, si en el alma de Graciela, se vio fríamente, en la cual, se entristeció de espantos cuando le confesó toda la verdad Alejandro del Rosal. Cuando en el amanecer de esa mañana se entristeció por la manera de llegar a la casa de su esposa Graciela. Si el abismo del perdón, como le llama Graciela a un perdón imperdonable en caer al abismo frío de una sola tentación de un perdón que quizás o que tal vez se diera entre los esposos del Rosal. Y Graciela se imagina a ese perdón fructífero, mal inconsciente, imperdonable, de iras adyacentes, y de una conmísera mala atracción, y de creer en el alma un perdón imperdonable en dar con la única verdad de que Alejandro del Rosal le fue infiel a Graciela. Porque cuando en el altercado frío y de una desventura fría se dio como el nefasto de los tiempos cuando en el alma sosegada de un sólo espanto enfrió a la relación y a más que eso a ese amor dentro del alma y con consecuencias malas de un mal porvenir con sólo tres opciones o alternativas de un perdón que le exige Graciela a Alejandro del Rosal. Cuando en el frío le exige y le converge a Alejandro del Rosal tres opciones para ser perdonado y un sólo perdón le converge en el camino a Alejandro del Rosal como sentencia de ese amor que le dio con tanto amor, con tanta virtud, con tanta honra, y con tanta honestidad de Graciela hacia Alejandro del Rosal. Si, al fin y al cabo, se electrizó la forma de perdonar de Graciela esa infidelidad cuando finalmente se hiere a pulso y gota a gota quedó el amor en altercados y tan fríos de desavenencias impuras como lo es la infidelidad de Alejandro del Rosal. Porque cuando en el hambre de querer y de amar de Graciela del Rosal, quedó atónita y estupefacta de amor inconcluso de temores inciertos en demasiada vil e irremediable desafío en amar la mala inconsecuencia de amar bajo el infiel amor y de la pasión a cuestas de la perdida razón. Cuando Graciela del Rosal se quita su apellido cuando le exige a Alejandro del Rosal tres alternativas para ser perdonado en esa cruel y tan terrible infidelidad. Y Graciela del Rosal le pide tres opciones para ser perdonado, primeramente, que le pida perdón de rodillas frente al altar donde juraron amor, segundo, que la siga amando si la ama, y tercero, que deje a ésa mujer.
Alejandro del Rosal quedó silencioso, insípido, impasible, intolerante, lleno de deseos nuevos, lleno de vicios extremos, y lleno de pasiones sin concluir, cuando de pronto, dijo una palabra después de confesar todo. Y no pidió perdón sino que lo que dijo Alejandro del Rosal, dejó atónita y sin palabras a Graciela. Y fue que no la ama más. Ella, quedó con esas tres alternativas o con sus tres opciones en el alma, ni fueron dadas ni realizadas, sino que en el alma de Graciela, quedó fría como el hielo o como el invierno, o como sus manos álgidas de un sólo ademán y tan frío como la misma nieve gélida. Y Graciela le cayó como una gota fría a sus espaldas llenas de frialdades y de temores inciertos, y de pavores muertos cuando le dice Alejandro del Rosal que no la ama más. Y se descubrió el altercado frío y de un sólo malestar, cuando en el alma de Graciela se vio fríamente indeleble cuando en el alma se vio triste como el cometa de luz, pero, sin la luz que emana de su propio corazón. Porque cuando Alejandro del Rosal se vio entre la cara de Graciela y el destino frío de la infidelidad que había hecho, su ilusión se vio tronchada de un espanto irreverente, cuando no lo hizo por amor ni pasión, sino por el deseo vivo en ser amado fugazmente. Ella, Graciela, quedó con la cara sin soñar, y sin más que el corazón apretado al infiel momento. Cuando en el alma de Graciela se debió de entregar a la conmísera vida en ser como el deseo vivo o muerto de espantos inseguros cuando en el trance de lo cometido se vio envenenada de odios y de temor inseguro, pero, y tan cierto como el momento que pasa Graciela cuando Alejandro del Rosal, cuando en el alma de Graciela se entristeció como el infortunio de dar una sola carencia en el corazón lleno de frustraciones. Y se vio Graciela en el abismo de perdón cuando en el abismo frío como el precipicio autónomo de la vida misma se vé Graciela entre el abismo frío de perdón si perdonar o no a Alejandro del Rosal. Y Graciela pensando y tramando lo que nunca para no perder a Alejandro del Rosal, si ella sólo sospecha de que yá lo había perdido. Y su presentimiento era sólo la comitiva de una ira insaciable de querer lo más prohibido de la vida al amor de Alejandro del Rosal si ya había perdido su amor y todo con él. Porque a la verdad de que el horizonte se ve lejos, ella, lo percibe desde muy cerca de sus propios ojos. Y Graciela lerda, pero, muy astuta no quiere perder a su amor ni a su marido a Alejandro del Rosal cuando en el tiempo sólo en el tiempo, soslayó una lágrima de pena y de sufrimiento y todo por Alejandro. Y se vio entre la pared y la cara de Alejandro, cuando en el debate de esa sorpresiva respuesta a esas tres opciones del abismo de perdón de Graciela. Cuando en el camino de Graciela se vio frío y tan álgido como el cometa de luz o de un sólo relámpago en el mismo cielo por donde se pasea en el desierto frío. y Graciela quedó fría y sin sentido, sin conmísera vida, y sin aliento gélido ni hálito de vida. Cuando en el altercado frío se vio intersecar una intermitencia de luces, las cuales, no le hicieron un total bien a Graciela. Cuando en el frío altercado se identificó como la soledad de Graciela y el frío desenlace de creer en el abismo de perdón sintiéndo lo más débil en demostrar su calibre como mujer, como amante, como esposa y más como la más pasional de las mujeres. Cuando en el altercado frío se vio intransigente de una espera y tan inesperada, como el haber sido la abandonada, la inerte, la inmóvil, la tranquila, la paz, la sumida, la insípida, y la impasible, la honrada, la honesta, y la llena de virtud. Cuando en el embate de dar una conmísera esencia en el altercado que lleva quedó callada y tan fría como el mismo hielo. Cuando en el frío y en la verdad efímera de creer en una decadencia se sintió Graciela como el desastre de creer en el final de una era o de una época, en la cual, se identificó como el mismo tormento frío. Porque cuando en la camorra delicada que pasaba en ese mismo instante cuando en el alma de Graciela, interrumpió en un sólo llanto y tan inocuo, pero, trascendental. Y una lágrima saltó de sus ojos, llegando con delicado camino hacia el amargo sabor de sus labios. Y quiso llorar y arrepentirse de ese cruel abismo de perdón, cuando en la forma de caer en el precipicio se vio Graciela atormentada y tan fría como el mismo hielo frío. Y entristeció de espantos de lluvia descendente hacia el abismo frío si en el frío recordó cuando Lluvia nació. Y más lloró de un espanto cuando en el altercado frío se sintió como el mal deseo de perder también a su hija y con ese sólo sufrimiento que le había causado Alejandro del Rosal. Cuando en el fracaso atormentado de la espera por saber su respuesta ante el desgraciado, pero, muy amado del Alejandro del Rosal, se vio fría como el mismo invierno y no dijo nada sino que su astuto pensamiento, la dejó atónita y sin mediar ni una sola palabra. Y el abismo de perdón, quedó en la fantasía y primero, que le pida perdón de rodillas frente al altar donde juraron amor, segundo, que la siga amando si la ama, y tercero, que deje a ésa mujer. No hubo condonación ni perdón ni percepción ante la mirada de Alejandro del Rosal, cuando en su virtud se enfrió como el hielo o como la nieve en el mismo suelo. Y Graciela atónita como de costumbre en una sola soledad y tan fuerte como el abismo de perdón, si lo perdona o no, si lo ama o no, si lo deja o no. Primero, como esposa se sintió herida como la mujer que una vez le juró fiel fidelidad ante el altar, y segundo, como la madre de la hija que había procreado no le dió más tiempo que bifurcar la relación, pero, no al tiempo, y tercero, como mujer no le impedía en ser la mujer que era ahora con el mismo renombre de un sólo calibre en que era la honesta y respetada mujer del Rosal.
Continuará………………………………………………………………………………….